SONORA SANTANDER

Antonio Noguera estrena en el Monumental de Madrid su poema sinfónico-coral Ciudad de Santander

por REGINO MATEO

Con el objeto de promover la composición para grandes formatos e incentivar en los compositores españoles la escritura de obras sinfónico corales, la Orquesta y Coro de Radio Televisión Española convocan desde hace unos años un certamen que avanza en interés y calidad. Dotación económica al margen, la importancia del galardón reside sobre todo en que la Orquesta y Coro de RTVE estrenan la obra en su habitual ciclo de abono, además de incorporarla a su repertorio de gira, de tal manera que el ganador del certamen puede escuchar su obra preparada con rigor, seriedad y entrega, sabedor además de que se interpretará en diversas ocasiones y que su estreno pasará a los archivos musicales de la radio pública.
Natural de L’Ametlla de Mar (Tarragona) pero santanderino desde hace muchos años, los que lleva como profesor de Armonía y Composición del Conservatorio Profesional de Música Ataúlfo Argenta, Antonio Noguera mereció el premio referido en su III edición. Y lo hizo con un poema sinfónico coral de ambiciosas intenciones formales y estéticas que tituló Ciudad de Santander, en el que aprovecha textos de Amós de Escalante, Gerardo Diego y otros poetas cántabros para guiarnos por un viaje sonoro a la evocación del incendio que arrasó Santander en 1941.
Antes de nada, sería interesante escribir un par de breves reflexiones sobre la actitud ética y estética de Noguera, sus fuentes y criterios. Y para eso sería necesario presentarlo como un hombre riguroso, serio, comprometido y trabajador. Musicalmente, estos valores se traducen en un trabajo constante, en perpetua evolución y transformación, en el que la fascinación por las teorías armónicas de Olivier Messiaen ha abierto todo un mundo de texturas y evaluación de sonoridades, de la misma manera que la estructuración de sus obras más recientes podría recordarnos el desplazamiento del sonido en el tiempo a partir de grandes y potentes bloques sonoros semi-autónomos (en una particular relectura de Xenakis), y que la atenuación del rigor formalista de sus primeras composiciones ha dado paso a una música que no sólo pretende ser fiel a sus propias dinámicas formales, sino que busca la emoción en el oyente.
De estos tres elementos es muestra coherente y espléndidamente trabajada la obra que comentamos, Ciudad de Santander (ojalá podamos escucharla alguna vez aquí), a cuyo estreno tuve oportunidad de acudir el pasado mes de marzo. En efecto, los días 22 y 23 de marzo, la Orquesta y Coro de RTVE, bajo la dirección de Adrian Leaper, estrenaron la obra de Noguera en el Teatro Monumental de Madrid dentro de su ciclo de abono, en un programa que integraba además El Festín de Balthasar de William Walton y las Canciones y danzas de la muerte de Modest Mussorgsky (con una impactante lectura del barítono Paul Whelan). Y allí pudimos apreciar las virtudes de una partitura de corte descriptivista, en la que una orquesta conducida con brío por Leaper exhibía la furia con que la música de Noguera había logrado aprehender la gran catástrofe de la historia santanderina. Las estructuras sonoras crecían, adoptaban un volumen enérgico en el que originales fracturas provocadas por los violines o los registros agudos de los vientos nos obligaban a evocar los chisporroteos, el vendaval arrastrando las ascuas y la furia desatada del incendio.
El coro cumplió con la debida pasión su cometido, aunque tal vez se echó de menos que una docena más de voces elevaran su volumen hasta darle el protagonismo central sin duda deseado por Noguera, diciendo los textos con solvencia y afirmando las tensiones armónicas hasta generar un paisaje sonoro a un tiempo desolador y épico.
Hermoso el final, en el que todo el estallido musical se fue asuavando sobre un ostinato rítmico en el que una pandereta jugaba a trazar unos macabros picayos sobre las cenizas. Sobre la evocación rítmica, sobre ese pequeño guiño a la música tradicional cántabra (otro homenaje más oculto a Juanjo Mier, al que Noguera ha rendido recuerdo con la obra que le ha valido su hasta ahora último galardón en el Concurso Internacional de Composición para Piano “Manuel Valcárcel”). La música, como decía, se apaga dulcemente sobre el insistente diseño rítmico, un poco a la manera de Los adioses de Haydn. Ayudándonos a interiorizar la escucha, la descripción, la evocación, nuestra propia búsqueda a través de la belleza.

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