MOTIVOS PARA UNA ORQUESTA

Santander y Cantabria carecen de una orquesta de músicos profesionales. Pero existen motivos para postular su existencia.
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por GUSTAVO MORAL
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Desde hace años, tantos como los que recuerdo teniendo la oportunidad de expresarme por escrito y en público, he reivindicado de una u otra forma la evidente necesidad de tener una orquesta profesional en nuestra comunidad. Una sueño cada vez más quimérico al comprobar que pasan los años, pasan los gobiernos de signos diversos, pasan los responsables de cultura por sus plazas y no hay atisbo ni intención, por ningún lado, de hacer nada al respecto. ¿Motivos? Desconozco los que se puedan emplear para no trabajar por esta causa, aunque sí –son muchos- los que justificarían su existencia.
Una orquesta… para los músicos de nuestra región, los que se han tenido que ir fuera y para los que lo harán en los próximos años. Una orquesta que les ofrezca la posibilidad, la meta, de un lugar donde tocar, al que aspirar. Ser músicos cántabros en una orquesta cántabra. Tal vez muchos no entiendan que, a día de hoy, sería difícil crear una formación estable y seria únicamente con intérpretes de nuestro entorno. Pero la sola existencia de este proyecto impulsaría a muchos a no tirar la toalla, a perseguir su meta… y vaya usted a saber si también a contemplar la posibilidad de crear una titulación superior en lo que a música se refiere en nuestra ciudad.
Una orquesta… para el público en general, que desconoce el repertorio sinfónico de la Historia de la Música. “Hacer oído” y crear afición es una tarea de constancia y abono, de aprender, junto a una formación estable, la forma en la que cambia la música, en la que trabaja un director titular; y cómo se nota cuando frente a los músicos hay un maestro invitado. A elegir las piezas favoritas y las que no lo son, desde la perspectiva del directo.
Una orquesta… para el público del futuro. Los más pequeños aprenden a querer la música soñando con Pedro y el Lobo, enamorándose de las melodías de Sherezade, riéndose con el Aprendiz de Brujo o descendiendo los rápidos del Moldava, acudiendo a los conciertos de Mozart o Beethoven y viendo el vuelo del Pájaro de Fuego.
Una orquesta… para las temporadas musicales de todo el año. Los fosos de las óperas y las zarzuelas, tanto en el Palacio como en el Festival Internacional de Santander han de contratar agrupaciones ajenas a Cantabria al no contar con un “equipo local” en este aspecto. Recitales líricos, ballets, conciertos extraordinarios que bien podrían realizarse como en Nochevieja, Año Nuevo, en celebraciones especiales…
Una orquesta… para los compositores locales y los ajenos. La Historia de la Música corre el riesgo de convertirse en arqueología si no se facilitan los medios naturales para fomentar las inquietudes creativas de nuestros artistas.
Incluso una orquesta… para los políticos, que podrían rentabilizar su apuesta con presencia mediática. Es más, convencido estoy en que aún no tenemos ningún proyecto sinfónico profesional porque los que han de tomar este tipo de decisiones desconocen estas posibilidades “electorales” de la añorada sinfónica.
Una orquesta… para la Música con mayúscula. Del mismo modo que existen bibliotecas porque creemos en el valor de la lectura como acto de formación, educación y crecimiento, hay que entender que la música necesita sus espacios de encuentro y formación. En su vertiente solística, de cámara y orquestal. Todos sabemos que se trata de una apuesta elevada en lo económico pero imprescindible para vivir en la época que nos corresponde. Tenemos Internet en nuestras casas, televisión digital en el salón, coches con aire acondicionado, un aeropuerto vivo, teatros y escenarios preparados, conservatorios a pleno rendimiento, centros comerciales… casi de todo. Pero no una orquesta. Considérenme el pesado de la “orquesta”, pero considérenlo tan solo unos segundos. ¿Se imaginan que el próximo viernes, sin ser verano, pudieran ir a un concierto de la Orquesta Sinfónica de Cantabria; o de la de Santander? ¿Y que a la semana siguiente hubiera otro programa distinto? Y que así, sin excesos ni alharacas sucediera con normalidad a lo largo del año.
Una orquesta por el bien general, por la normalidad de la cultura, por la posibilidad de elegirla, de escucharla, de no seguir sintiendo envidia de otras ciudades ni vergüenza en determinados foros. Para que, además de verano, haya invierno, otoño y primavera en la música sinfónica. Motivos hay muchos, pero lo que se dice sobrar, no sobra ni uno.

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