Sobre La Machina, Robinson y Crusoe y Tu Ternura Molotov
por FERNANDO LLORENTE
La Machina Teatro, Compañía en convenio con la Universidad de Cantabria y la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria figura entre los agentes culturales más relevantes de la región. Sus producciones escénicas, la diversidad cultural de los lugares visitados con sus obras, los premios y distinciones obtenidas en diferentes festivales y muestras, los curricula de quienes han integrado e integran el grupo avalan la primera afirmación.
He seguido la trayectoria de LMT desde sus comienzos, incluso desde antes de que apareciera en el panorama cultural cántabro con ese nombre, dirigida por Francisco Valcarce, cuando en 1991 se presentó con la obra El aprendiz, escrita por su director, que inspirado en El sótano, de Thomas Bernhard, si hizo cargo también de la dramaturgia. Desde sus comienzos LMT se ha ajustado a unas pautas de actuación que rigen la teoría y regulan la práctica en sus trabajos. Impulsados por el estudio y la investigación permanentes del hecho teatral, los montajes que emprende LMT están presididos por los principios del mestizaje y la coherencia. El mestizaje que practica LMT consiste en dar una forma única, articulada por una diversidad de recursos expresivos, aunque algunos de ellos no sean tenidos por tradicionalmente teatral. Se entiende el mestizaje como un trenzar distintos lenguajes con distantes poéticas.
La coherencia no consiste sino en la adecuación entre ética y estética, entre lo que se quiere mostrar y el modo de mostrarlo; entre una enseñanza y la manera de inculcarla; en fin, entre los medios y los fines, de modo que el espectador vea cuando mira, escuche al oír, descifre cuanto capte, participe sin moverse de la butaca. Hay una gran consonancia entre mestizaje y coherencia, tal como las entiende LMT. Son dos indicadores de una misma dirección que propician el que suenen las músicas, luzcan los focos, se sitúe el decorado, se articule la tramoya, hablen y se muevan los actores. Porque el mestizaje y la coherencia tejen la trama en la que se manifiestan los verdaderos soportes, los auténticos resortes del teatro de LMT: la memoria, el tiempo, la palabra, las tres categorías de sus productos.
por FERNANDO LLORENTE
La Machina Teatro, Compañía en convenio con la Universidad de Cantabria y la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte del Gobierno de Cantabria figura entre los agentes culturales más relevantes de la región. Sus producciones escénicas, la diversidad cultural de los lugares visitados con sus obras, los premios y distinciones obtenidas en diferentes festivales y muestras, los curricula de quienes han integrado e integran el grupo avalan la primera afirmación.
He seguido la trayectoria de LMT desde sus comienzos, incluso desde antes de que apareciera en el panorama cultural cántabro con ese nombre, dirigida por Francisco Valcarce, cuando en 1991 se presentó con la obra El aprendiz, escrita por su director, que inspirado en El sótano, de Thomas Bernhard, si hizo cargo también de la dramaturgia. Desde sus comienzos LMT se ha ajustado a unas pautas de actuación que rigen la teoría y regulan la práctica en sus trabajos. Impulsados por el estudio y la investigación permanentes del hecho teatral, los montajes que emprende LMT están presididos por los principios del mestizaje y la coherencia. El mestizaje que practica LMT consiste en dar una forma única, articulada por una diversidad de recursos expresivos, aunque algunos de ellos no sean tenidos por tradicionalmente teatral. Se entiende el mestizaje como un trenzar distintos lenguajes con distantes poéticas.
La coherencia no consiste sino en la adecuación entre ética y estética, entre lo que se quiere mostrar y el modo de mostrarlo; entre una enseñanza y la manera de inculcarla; en fin, entre los medios y los fines, de modo que el espectador vea cuando mira, escuche al oír, descifre cuanto capte, participe sin moverse de la butaca. Hay una gran consonancia entre mestizaje y coherencia, tal como las entiende LMT. Son dos indicadores de una misma dirección que propician el que suenen las músicas, luzcan los focos, se sitúe el decorado, se articule la tramoya, hablen y se muevan los actores. Porque el mestizaje y la coherencia tejen la trama en la que se manifiestan los verdaderos soportes, los auténticos resortes del teatro de LMT: la memoria, el tiempo, la palabra, las tres categorías de sus productos.
Esta es la dirección, sin apenas desvíos, que ha seguido LMT desde aquel entonces hasta hoy, cuando acaba de presentar su último trabajo, y se encuentra preparando otro para una ya cercana presentación. El pasado día 27 de enero, en el escenario de la Sala Pereda, se estrenó en España la obra dirigida al público infantil y adolescente Robinson y Crusoe, de los autores italianos Nino D´Introna y Giacomo Revicchio. De la versión y adaptación para la escena española se hizo cargo Carlos Herans, quien además la ha dirigido, no siendo esta la primera vez que asume la responsabilidad de un trabajo producido por LMT. Ya lo hizo con las igualmente obras destinadas a los niños, La danza del sapo, La casa imaginada y Pinocho Circus, obra esta última también firmada por Nino D´Introna. En la muy libre recreación del héroe ideado por Daniel Defoe, se produce un desdoblamiento de personajes, que encarnan Luis Oyarbide y Fernando Madrazo, ambos en estado de gracia para impartir una lección de amistad, de solidaridad, de superación de las diferencias entre dos combatientes de bandos enemigos en guerra, que pertenecen a distintas culturas y no hablan el mismo idioma. Con Víctor Lorenzo, como Jefe técnico, la música de Giacomo Revicchio y la iluminación diseñada por Andrea Abbatangelo, Carlos Herans ofrece escenas de sobrecogedora belleza, mediante el recurso a contraluces y sombras chinescas bajo un firmamento estrellado o sobre un tejado en ruinas, que hacen verosímil, por hermosas, un canto a la amistad, a la colaboración, a la ternura, a la paz. Un abrazo funde las diferencias, y ambos personajes emprenden el regreso hacia sus lugares propios, que los lugares de uno son aquellos donde hay alguien que nos espera.
En esa misma dirección, con sus callejones y atajos, camina el nuevo montaje producido por LMT, el Teatro de Festivales de Cantabria y el Ayuntamiento de Santander, y cuyo estreno tendrá lugar el próximo día 16 de abril en el Palacio de Festivales. Se trata de Tu ternura Molotov, del dramaturgo venezolano Gustavo Ott, obra con la que obtuvo en 2003 el Premio en el Certamen de Textos teatrales “Ricardo López Aranda”, convocado por el Ayuntamiento de Santander. De la puesta en escena es responsable Etelvino Vázquez, veterano hombre de teatro, quien en 1985 creó el Teatro del Norte en Asturias, donde nació y vive. Antes, entre 1968 y 1976 dirigió el Grupo Caterva, con éxitos como Ubú rey o Don Juan Tenorio, y de 1976 a 1984 estuvo a cargo del Colectivo de Teatro Margen, al que dirigió tanto en espectáculos de interior como de calle. Es un director frecuentemente reclamado por otras compañías para dirigir sus montajes, así como para impartir cursos de interpretación, cometido que en más de una ocasión ha llevado a cabo en el Aula de Teatro de la Universidad de Cantabria.
Una vez más con Víctor Lorenzo como Jefe Técnico, la escenografía e iluminación responsabilidades de José Helguera y vestuario de Paula Roca, habitual en LMT, Tu ternura Molotov, obra con reflejos de E. Albee y H. Pinter, descansa, y a la vez se agota, en la palabra. Una palabra que actúa como carga de profundidad, mina antipersona oculta en la memoria, cuya explosión, tan azarosa como inoportuna, esparce la carga expansiva que constituye de lo peor que cabe en el alma humana, si bien con el suficiente cinismo, adobado de ironía, que permitan dejar a salvo un status sostenido en la hipocresía, el egoísmo y otros vicios que adornan el avanzado mundo cristiano-occidental, figurados en una pareja de brillantes desechos humanos, calculadores y socioeconómicamente acomodados, que representan sobre el escenario Laura Orduña y Jon Ariño. De los personajes, entre otras cosas, escribe Gustavo Ott: “No sólo los prejuicios y el desprecio a los demás de esta pareja es combustible al terrorismo nuestro de cada día, sino que además su percepción integrada del pasado, su fundamentalismo piola, su manera de endulzar la memoria y sus convenciones racistas se nos hacen tan familiares que también nos producen terror… el mensaje es el terror”. Y se pregunta: “¿Somos capaces de convivir en el no terror, de no necesitar del prejuicio, de reconciliarnos y aceptarnos a nosotros mismos?”
La continuidad de LMT, empresa cultural de las más duraderas en Cantabria, ha seguido hasta aquí y ahora la misma dirección, orientada por el mestizaje y la coherencia. Y seguirá hasta el final, que toda trayectoria tiene una última meta. Lo que no tiene es vuelta atrás. Como la vida, cuya dimensión humana es centro de interés de LMT.
Una vez más con Víctor Lorenzo como Jefe Técnico, la escenografía e iluminación responsabilidades de José Helguera y vestuario de Paula Roca, habitual en LMT, Tu ternura Molotov, obra con reflejos de E. Albee y H. Pinter, descansa, y a la vez se agota, en la palabra. Una palabra que actúa como carga de profundidad, mina antipersona oculta en la memoria, cuya explosión, tan azarosa como inoportuna, esparce la carga expansiva que constituye de lo peor que cabe en el alma humana, si bien con el suficiente cinismo, adobado de ironía, que permitan dejar a salvo un status sostenido en la hipocresía, el egoísmo y otros vicios que adornan el avanzado mundo cristiano-occidental, figurados en una pareja de brillantes desechos humanos, calculadores y socioeconómicamente acomodados, que representan sobre el escenario Laura Orduña y Jon Ariño. De los personajes, entre otras cosas, escribe Gustavo Ott: “No sólo los prejuicios y el desprecio a los demás de esta pareja es combustible al terrorismo nuestro de cada día, sino que además su percepción integrada del pasado, su fundamentalismo piola, su manera de endulzar la memoria y sus convenciones racistas se nos hacen tan familiares que también nos producen terror… el mensaje es el terror”. Y se pregunta: “¿Somos capaces de convivir en el no terror, de no necesitar del prejuicio, de reconciliarnos y aceptarnos a nosotros mismos?”
La continuidad de LMT, empresa cultural de las más duraderas en Cantabria, ha seguido hasta aquí y ahora la misma dirección, orientada por el mestizaje y la coherencia. Y seguirá hasta el final, que toda trayectoria tiene una última meta. Lo que no tiene es vuelta atrás. Como la vida, cuya dimensión humana es centro de interés de LMT.
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