Luis BAGUÉ QUÍLEZ: Poesía en pie de paz. Modos de compromiso hacia el tercer milenio. Pre-Textos, Valencia, 2006 (VI Premio de Investigación Literaria “Gerardo Diego”, 2006).
“La investigación per se” -proclamaba hace unos días Juan Goytisolo en la clausura del Primer Encuentro de Literatura Iberoamericana celebrado en Santillana del Mar- “es un lujo o rareza y no cuenta con el indispensable sostén de becas y ayudas estatales”. Este libro que aquí se reseña es el resultado de una de esas rarezas. Se trata de una obra extensa en tamaño e intensa en contenido, ya que de la misma manera que los pacientes compiladores medievales ejercían su oficio, Luis Bagué Quílez resume y analiza en esta obra cerca de un cuarto de siglo de nuestra poesía contemporánea. Y lo hace de manera que se ajusta impecablemente a los requerimientos de un trabajo de investigación, a saber: la delimitación de los conceptos que se van a emplear en el estudio; el consabido recorrido por el panorama histórico del periodo del que se va a tratar; la clasificación de las diferentes corrientes que entran en liza; y el análisis de las formas y de los temas. Por último, y a modo de conclusión o confirmación de la hipótesis, se incluye un pormenorizado análisis de cuatro obras que conforman el mejor ejemplo de esa Poesía en pie de paz: El día que dejé de leer El País (1997), de Jorge Riechmann; Cinco años de cama (1998) de Roger Wolfe; La semana fantástica (1999) de Fernando Beltrán; y La intimidad de la serpiente (2003), de Luis García Montero.
En el capítulo de introducción (“Poesía, compromiso y posmodernidad”), dedicado a la acotación terminológica, analiza parejas de conceptos tales como el de poesía pura o comprometida; introspectiva o aperturista; esteticista o social; de la metafísica o de la experiencia; o una revisión de lo que debe entenderse hoy por insumisión y por posibilismo (actualizando la vieja polémica entre Sastre y Buero). Esta técnica de organizar los conceptos mediante pares en oposición -la poesía del sándalo y la de la berza- revela la capacidad sintetizadora y organizativa de este joven investigador de apenas treinta años. A continuación, y partiendo de una propuesta de Jan Lechner, define los aspectos fundamentales de lo que entiende por compromiso: la aceptación de una responsabilidad solidaria; la consolidación de la conciencia ideológica; y el repudio ante la estructura de la sociedad, todo ello sin que exista sometimiento a fines extraliterarios. Para elaborar este estudio, Bagué ha tenido que dilatar enormemente el campo referencial de la palabra compromiso, pues trasciende los límites de lo que intuitivamente entendemos por ello. En él tiene cabida no sólo la poesía contestataria y combativa con el sistema sino que también formarían parte de ese todo las llamadas poesía social, crítica, civil o política, entre otras. Esta relajación de conceptos lleva al autor a albergar la idea de que existe una línea continua en la poética del compromiso que no se ha roto desde la Edad Media, concluyendo así con la afirmación de que el compromiso se muestra como una constante estética en la historia de la literatura.
Continuando la lectura nos encontramos con el que es sin duda el capítulo que mayor solaz proporcionaría al lector ávido de intrigas acerca del mundillo literario, si no fuese por la desmedida carga de epítetos en la prosa del autor que en algunos momentos dificulta la lectura, pero que del mismo modo desvela la vocación de este joven filólogo de encontrar su lugar en el parnaso (no en vano ha merecido varios premios de poesía, entre ellos el Ojo Crítico de RNE por su libro de poemas Telón de sombras). En este capítulo, “La poesía española en los años ochenta y noventa”, de la mano de la historia política de España a partir de la transición y de las coordenadas de la sociedad de consumo, realiza un recorrido por las principales figuras del discurso posmoderno. Quizá algún día Ludia de Amparo Amorós y El jardín extranjero de Luis García Montero se estudien en los colegios como las obras clave de la poesía de la metafísica y de la experiencia respectivamente pues, aunque la criba del tiempo se estima en un principio caprichosa, a la postre se muestra siempre perspicaz (en cualquier caso, no deja de resultar extraño encontrarse en un contexto de historia de la literatura a personajes con los que uno ha compartido palabras y copas). De las luchas intestinas entre unos y otros, resultan especialmente interesantes las de la poesía de la diferencia. Y al fin, a uno le queda la impresión de que todo movimiento sigue el mismo ciclo: nace con cierto prurito crítico, se institucionaliza y finalmente muere. Y de movimientos, precisamente, trata el tercer capítulo: de la otra sentimentalidad de García Montero al sensismo de Fernando Beltrán; de los aforismos de la poesía del desconsuelo de Jorge Riechmann al tono coloquial y descarnado del realismo sucio de Roger Wolfe; desde el afán de disidencia del equipo crítico Alicia bajo cero (poesía y conflicto) a la estética de la resistencia de voces del extremo (poesía y conciencia). De todas estas manifestaciones poéticas, Bagué extrae en los dos capítulos siguientes (“Los géneros poéticos en la nueva lírica social” y “La rehumanización temática”) una tipología de formas y temas literarios. De las primeras destaca la sátira neocostumbrista, el epigrama crítico y un nutrido repretorio de procedimientos vanguardistas. En cuanto a los temas que configuran estos «modos de compromiso hacia el tercer milenio», centra su atención en el tema de España y su historia reciente, la ciudad y, finalmente, la presencia de la denuncia sobre cuestiones como las de la mendicidad, el paro, la inmigración, la drogadicción, el imperialismo de Estados Unidos o la preocupación por el Tercer Mundo.
En definitiva, es este uno de esos libros que parecen destinados a ocupar una línea en la bibliografía de cualquier trabajo que se acerque a la poesía española de finales de siglo.
por FRANCISCO LLANILLO
Román MIGUEL GONZÁLEZ: La Montaña republicana. Culturas políticas y movimientos republicanos en Cantabria (1874-1915). Ayuntamiento de Santander y Ediciones de Librería Estvdio (col. Pronillo, 24), Santander, 2007.
En el capítulo de introducción (“Poesía, compromiso y posmodernidad”), dedicado a la acotación terminológica, analiza parejas de conceptos tales como el de poesía pura o comprometida; introspectiva o aperturista; esteticista o social; de la metafísica o de la experiencia; o una revisión de lo que debe entenderse hoy por insumisión y por posibilismo (actualizando la vieja polémica entre Sastre y Buero). Esta técnica de organizar los conceptos mediante pares en oposición -la poesía del sándalo y la de la berza- revela la capacidad sintetizadora y organizativa de este joven investigador de apenas treinta años. A continuación, y partiendo de una propuesta de Jan Lechner, define los aspectos fundamentales de lo que entiende por compromiso: la aceptación de una responsabilidad solidaria; la consolidación de la conciencia ideológica; y el repudio ante la estructura de la sociedad, todo ello sin que exista sometimiento a fines extraliterarios. Para elaborar este estudio, Bagué ha tenido que dilatar enormemente el campo referencial de la palabra compromiso, pues trasciende los límites de lo que intuitivamente entendemos por ello. En él tiene cabida no sólo la poesía contestataria y combativa con el sistema sino que también formarían parte de ese todo las llamadas poesía social, crítica, civil o política, entre otras. Esta relajación de conceptos lleva al autor a albergar la idea de que existe una línea continua en la poética del compromiso que no se ha roto desde la Edad Media, concluyendo así con la afirmación de que el compromiso se muestra como una constante estética en la historia de la literatura.
Continuando la lectura nos encontramos con el que es sin duda el capítulo que mayor solaz proporcionaría al lector ávido de intrigas acerca del mundillo literario, si no fuese por la desmedida carga de epítetos en la prosa del autor que en algunos momentos dificulta la lectura, pero que del mismo modo desvela la vocación de este joven filólogo de encontrar su lugar en el parnaso (no en vano ha merecido varios premios de poesía, entre ellos el Ojo Crítico de RNE por su libro de poemas Telón de sombras). En este capítulo, “La poesía española en los años ochenta y noventa”, de la mano de la historia política de España a partir de la transición y de las coordenadas de la sociedad de consumo, realiza un recorrido por las principales figuras del discurso posmoderno. Quizá algún día Ludia de Amparo Amorós y El jardín extranjero de Luis García Montero se estudien en los colegios como las obras clave de la poesía de la metafísica y de la experiencia respectivamente pues, aunque la criba del tiempo se estima en un principio caprichosa, a la postre se muestra siempre perspicaz (en cualquier caso, no deja de resultar extraño encontrarse en un contexto de historia de la literatura a personajes con los que uno ha compartido palabras y copas). De las luchas intestinas entre unos y otros, resultan especialmente interesantes las de la poesía de la diferencia. Y al fin, a uno le queda la impresión de que todo movimiento sigue el mismo ciclo: nace con cierto prurito crítico, se institucionaliza y finalmente muere. Y de movimientos, precisamente, trata el tercer capítulo: de la otra sentimentalidad de García Montero al sensismo de Fernando Beltrán; de los aforismos de la poesía del desconsuelo de Jorge Riechmann al tono coloquial y descarnado del realismo sucio de Roger Wolfe; desde el afán de disidencia del equipo crítico Alicia bajo cero (poesía y conflicto) a la estética de la resistencia de voces del extremo (poesía y conciencia). De todas estas manifestaciones poéticas, Bagué extrae en los dos capítulos siguientes (“Los géneros poéticos en la nueva lírica social” y “La rehumanización temática”) una tipología de formas y temas literarios. De las primeras destaca la sátira neocostumbrista, el epigrama crítico y un nutrido repretorio de procedimientos vanguardistas. En cuanto a los temas que configuran estos «modos de compromiso hacia el tercer milenio», centra su atención en el tema de España y su historia reciente, la ciudad y, finalmente, la presencia de la denuncia sobre cuestiones como las de la mendicidad, el paro, la inmigración, la drogadicción, el imperialismo de Estados Unidos o la preocupación por el Tercer Mundo.
En definitiva, es este uno de esos libros que parecen destinados a ocupar una línea en la bibliografía de cualquier trabajo que se acerque a la poesía española de finales de siglo.
por FRANCISCO LLANILLO
Román MIGUEL GONZÁLEZ: La Montaña republicana. Culturas políticas y movimientos republicanos en Cantabria (1874-1915). Ayuntamiento de Santander y Ediciones de Librería Estvdio (col. Pronillo, 24), Santander, 2007.
Con el número 24 se publica en la colección Pronillo este documentado trabajo del joven historiador Román Miguel González, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad de Cantabria. La colección Pronillo lleva dando cauce a trabajos de investigación, muchos de ellos salidos de los foros universitarios regionales, que sin embargo, y para pasmo general, es difícil que tengan cabida dentro de los rigores editoriales de un Servicio de Publicaciones de la Universidad, por lo general muy poco generoso con sus doctorandos, jóvenes profesores y aun catedráticos. No es el caso, creo, de esta investigación que ha obtenido naturalmente el Premio de la Fundación Bruno Alonso de Historia de los Movimientos Sociales, aunque este dato notable no se exprese en el propio libro. Román Miguel es experto en las culturas políticas populares republicanas y obreras en España durante la Edad Contemporánea, y de ello es prueba toda una década de fructífero balance historiográfico, con varias publicaciones en las que no puedo entretenerme lo suficiente. Felicito al autor por su excelente trayectoria. Requiere sin embargo un comentario, creo, el marco general de estudios en el que se sitúa este nuevo trabajo de Román Miguel, que abunda en la amplia serie de investigaciones sobre la política local y regional durante la Historia Contemporánea que ha alentado el Departamento donde ha llevado sus investigaciones el autor, en este caso analizando con rigurosa metodología la variada tradición republicana que ha habido en nuestra región en la primera mitad de la Restauración, justo en contraste con la historiografía tendente a alentar los veraneos regios, por ejemplo, o a quedarse más en lo folklórico o anecdótico que a adentrarse en los vericuetos del “republicanismo histórico”. Todo lo que sea mostrar esa complejidad de los procesos históricos y la riqueza de visiones que ofrecen las informaciones de la historia me parece altamente positivo y aun necesario, y creo que es la Universidad uno de los focos que debe irradiar esas luces a nuestro conocimiento común. Pienso ahora que sería bueno que alguno de los numerosos expertos universitarios sobre el republicanismo (entre ellos, sin duda el propio autor) participase más de lleno en el debate actual sobre la escuela laica versus religión, máxime en estos tiempos en que la Escuela Laica (léase el “follón” por la “Educación para la ciudadanía”) sigue sufriendo parecidas acometidas a las que lanzaba aquel temible obispo Sánchez de Castro.
por MARIO CRESPO
por MARIO CRESPO
No hay comentarios:
Publicar un comentario