ENTREVISTA CON ÁLVARO POMBO

“Me gusta la sociedad española pero me disgustan los precios de las hipotecas”
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por ANA RODRÍGUEZ DE LA ROBLA

Si algo puede decirse de él sin vacilar es que está profundamente enamorado del Santander más tradicional. Comenzó su carrera de escritor como poeta y ha llegado a ser uno de los novelistas más notables y populares de la España contemporánea, además de académico de la RAE. En su haber se cuentan los premios Herralde (1983), de la Crítica (1990), Nacional de Narrativa (1997), Salambó (2005) o, muy recientemente, el Planeta (2006). Sin embargo, Álvaro Pombo sigue sosteniendo la superioridad de la palabra poética y, de paso, se queja de la antipoesía de las hipotecas.


Santander –un Santander un tanto recreado, como suspendido en el tiempo– está muy presente en la prosa de Álvaro Pombo, presencia que por otra parte es bastante común a los escritores de la tierra (Gándara, Pardo...). ¿Qué ha tenido de bueno o de malo esta ciudad del norte para estar siempre tan viva en el imaginario de sus escritores?
Santander es una totalidad imaginaria, un pléroma de belleza y significación infantil que no puede ser rellenado. El paralaje entre nouménica y fenoménica no puede ser cerrado, no hay un último acorde beneficiente y hermoso. Lo que ha tenido de bueno Santander en mis escritos es que existe y no existe.

¿Qué opinión le merece hoy Santander, cómo la encuentra cada vez que vuelve?
La encuentro preciosa. Encuentro precioso Piquío y El Sardinero y la Primera y Segunda playa, y el mar y Mataleñas y recuerdo a mi tío Emilio y a la abuela Carolina y a mi prima Marieta y a las Pérez. Encuentro precioso el Santander que existió y dejó de existir. Que Dios tenga misericordia de todos nosotros.

Con La Fortuna de Matilda Turpin reincide usted en un ambiente que ya ha diseccionado varias veces: el de una alta burguesía parcialmente idealizada. ¿Por qué esa predilección casi constante? ¿Quizá es fascinación por un mundo que termina, por ese “mundo de ayer” del que hablaba Zweig?
Justo, Stefan Zweig es el más importante autor de todos los tiempos junto con Thomas Mann porque contó nuestra decadencia de alta burguesía mortal y rosa.

Si algo distingue a Álvaro Pombo de otros novelistas españoles es su interés, perfectamente incardinado en la trama novelística, por el alcance de las palabras y también de los hechos, muchas veces desde una perspectiva filosófica enraizada en la tradición del Medievo. ¿Deformación intelectual o algo más?
Es algo más, si bien no es deformación y no es filosófico. Chati, me superas, esta pregunta me supera por todas partes y no sé qué decir, ojalá pudiera ser expresivo y brillante en esta hora del atardecer, el fuego hermenéutico resplandece en mi chimenea de leños y yo no sé quién soy, ¿quién sabe quién es?

¿Cree que los conflictos que siempre nos acompañan: el mal, la religión, la muerte, el amor... pueden encontrar traducciones diversas en la literatura? Hoy existe casi una única fórmula de novelar que se está repitiendo mucho: es previsible pero vende.
Sí. Se pueden incluir en la literatura bastante bien. ¿Qué otra cosa es la literatura sino abordar una suma de conflictos?

Hace apenas un año fue muy comentada una polémica conferencia impartida en la Juan March, en que usted calificaba a los poetas de “cutres e inmorales”. Pero usted ha escrito varios –y buenos– libros de poesía y se conoce su declarado interés por la escritura poética. ¿Qué fallos detecta en la poesía actual que le desagraden? ¿No cree que la novela de hoy profesa también muchos pecados?
No detecto fallo ninguno en poetas como Gamoneda o Juan Antonio González Iglesias. Sigo pensando que “poéticamente habita el hombre la Tierra”, y por tanto que la grandeza está en el habla poética, que dice lo que hay y lo que es. Siento cansancio, sí, con cierta poesía sentimental y psicologizada que nos cuenta todo lo que todos sentimos y sabemos. Er war ein Dichter und hässte das Ungefähr (“Era un poeta y odiaba lo poco más o menos”) decía Rilke: detesto lo “poco más o menos”. Hace años reseñé en Diario 16 y en El Mundo, en los faldones, casi toda la poesía que se publicaba entonces, y acerté con Álvaro García y con Vicente Gallego, así que no estoy tan tonto como parece que estoy a esta avanzada edad.

¿Le parece que la gestión y difusión de la cultura que se está llevando a cabo en los últimos años va por buen camino? ¿No cree que pesa más el mercado que la calidad?
Yo no soy contra-mercado, los fenicios extendieron la civilización y cubrieron gastos, como dice don Antonio Mingote, colega mío en la RAE.

¿Por qué el Planeta es un premio tan controvertido? ¿Por qué un escritor reconocido y consagrado como usted se presenta con una buena novela a este premio, en el que brillan más algunos nombres que la calidad de las obras galardonadas?
El Premio Planeta es un premio popular y esta es su gran grandeza. Yo he querido ser también popular gracias al Planeta y estoy encantado de haberlo sido y de serlo gracias al Planeta.

Brevemente: qué le gusta y qué cambiaría de la sociedad –y del país– en que vivimos.
Me gusta esta sociedad española de 2007, aplacada, asentada, acomodada, aburguesada pero laboriosa. Me disgustan los precios de las hipotecas, que una hipoteca de un piso de 60 m2 tarde cuarenta años en pagarse. Me disgusta que gente joven que tiene ahora 30 años tarde otros 30 ó 40 en pagar su piso. Cuál sería la solución. No sé. Me gusta la gente joven que se casa y tiene dos o tres niños y se quedan en casa los domingos y no van al cine para cuidar a los críos.

Un pensamiento personal o máxima con que se identifique.
Paciencia es todo. Todo ángel es terrible. Paciencia es todo.

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