Es evidente la proliferación cada vez más intensa en el seno de Internet de ese fenómeno conocido como blog. Colindante con la literatura, el diario, el periodismo y el efecto escaparate, el blog supone un nuevo género de comunicación. Aquí se desvelan sus reglas.
Blogs, webs, bitácoras
Según las estimaciones más recientes (mayo de 2007, a cargo de la empresa Technorati Inc., que regenta un directorio en línea de páginas personales), el número de bitácoras o blogs en internet supera los setenta millones, dato indicativo e inequívoco del interés general suscitado por este nuevo fenómeno, a caballo entre lo tecnológico y lo comunicativo. Y, tal como asegura el directorio Technorati, «some of them have to be good».
Pero, ¿qué es un blog? El término que define a estas bitácoras o “registros en red” —web-logs, originalmente— apareció en 1997, aunque no se popularizaron hasta 2001. A falta de literatura gris, es comúnmente aceptado que un blog —término acuñado por el gurú Peter Merholz con el juego de palabras “we blog”— es un espacio o página personal, de acceso público a través de internet, en la que el autor o autores ofrecen una serie de artículos o entradas, ordenadas por orden cronológico, que se actualizan periódicamente. En castellano se le ha llamado también “bitácora”, en referencia a los diarios mantenidos por los navegadores, en consonancia con el léxico marinero (Internet no se transita, sino que se “navega”, lo que ha producido formas como “internauta” o, la aún más difundida, “pirata”) que suele aplicarse a todo lo relacionado con Internet.
En cuanto a su tipología, existen infinidad de variantes, aunque aquí nos centraremos, a partir de un criterio temático, en lo que pudiéramos llamar “blogs de autor”: se trata, pues, de las bitácoras literarias.
Si superamos la reticencia inicial a considerar la literatura fuera de sus recintos habituales —la Galaxia Gutenberg que delimitara McLuhan— podremos plantear un debate sobre la esencia de las nuevas tecnologías y las letras clásicas: ¿son los blogs un nuevo soporte o un nuevo género?
Veamos primero algunas características intrínsecas de los blogs. Destaca, en primer lugar, la inmediatez: entre el autor y el lector no hay intermediarios. No es preciso un editor ni un medio de comunicación: el autor es su propio avalista y garante. De aquí deriva una segunda cualidad: la independencia. El bloguero no está sujeto a ninguna línea editorial, fuera de su propia voluntad. Y, en la misma línea, podemos apuntar la intencionalidad del lector, que no es un lector cautivo, ya que no existe el paraguas de un medio de comunicación como marca de prestigio. Desde la perspectiva tecnológica, nos encontramos con un entorno multimedia, un cóctel en el que conviven el lenguaje escrito, los elementos audiovisuales y las posibilidades del hipertexto. También destaca su interactividad, pues el lector tiene un papel activo, mediante los comentarios, lo que también redunda en su retroalimentación, pues las propuestas del usuario pueden producir nuevos artículos. Este diálogo entre autor y lector, que puede realizarse prácticamente en tiempo real, produce además el fenómeno más destacado de este género, en el que realmente radica su éxito como forma de comunicación social: la reversibilidad, que consiste en el intercambio de los roles clásicos de emisor y destinatario, pues el escritor es lector de los comentarios de su obra, y el lector es autor —y crítico— de cada entrada. A su vez, los blogueros tienden también a visitar a otros escritores de bitácoras, y actuar en ellas como lectores activos, con lo que se inicia una cadena o red social que podríamos considerar alternativa al mercado tradicional de la literatura.
Una vez establecido el marco general, pasemos a las muestras concretas de los blogs que se producen en el espacio cultural de nuestra ciudad. Debido a su alto número, hemos preferido optar por un muestreo, una “cala” con ejemplos prototípicos, que nos permita una visión panorámica, y dejar para mejor ocasión los análisis cuantitativos y exhaustivos.
Del papel a la pantalla
La innovación que suponen los blogs no ha sido adoptada por igual por todos sus usuarios. Un tipo muy concreto es el de los autores tradicionales —aquellos con obra en soporte papel—, cuya adaptación al medio virtual es aún un proceso abierto. Así, nos encontramos con bitácoras de autores consagrados como Joaquín Leguina, en la que se replican textos que ya han aparecido en medios de comunicación convencionales. Otros ejemplos de “blog especular” serían Los panes y los peces o El pozo y el péndulo, que recogen colaboraciones en periódicos de la escritora Ana Rodríguez de La Robla, y que justifican su razón de ser en la ampliación del ámbito de difusión (de diarios regionales pasan a la escala mundial) y en la superación del carácter efímero de la prensa.
Realidad y retroalimentación
La libre expresión es una realidad que se potencia a través de las bitácoras. Y determinados blogs, mantenidos por escritores, se orientan hacia la actualidad y se convierten en creadores de opinión. Una buena muestra sería Un Santander posible, mantenido por el poeta Regino Mateo.
Además, el apoyo activo de los lectores —y, a la vez, comentaristas— genera un debate que posibilita que la propia realidad social retroalimente a la bitácora, pues los propios artículos, en su desarrollo y análisis, provocan nuevos debates, en los que el autor recoge o rebate argumentos expuestos por los usuarios, en una espiral creativa que acaba por dotar al espacio virtual de una suerte de vida propia, más allá de las entradas del titular del blog, que ejerce tanto de autor como de anfitrión y maestro de ceremonias de una nueva ágora pública. El caso más claro —y además ejemplo paradigmático de bitácora retroalimentada para toda la lengua castellana— es el espacio El Escorpión, que regenta el novelista santanderino Alejandro Gándara.
Mundos propios
Si a los blogs anteriores los podríamos calificar de híbridos —pues participan en buena medida de soportes y género ajenos al entorno virtual—, existen otras propuestas que podríamos etiquetar genéricamente como “blogs literarios”, basándonos sobre todo en su inmanencia: son un fin en sí mismos. Y es el artículo —el post en la jerga del medio— su género literario. Como es lógico, admite muchos niveles y registros, múltiples lecturas y destinatarios, y distintos grados de aprovechamiento de las posibilidades del medio —de la integración, en suma, de palabra, imagen, sonido y movimiento—, pero, aún incipiente, da muestras de gran vigor —tanto en el número de autores como en el de lectores—, y de una gran versatilidad —puesto que tienen cabida múltiples temáticas y modos de expresión.
Hay espacios de corte íntimo, que a modo de dietario personal glosan las vivencias y ocurrencias del autor, como el vanguardista espacio de Miss Underground, o el juvenil La esquina olvidada de la biblioteca, cuyo autor utiliza el pseudónimo de Ulin. Destaca también Escritos en la cresta de una ola, con reflexiones de hondo calado. Centrado en la ciencia ficción contamos con Reflexiones de un aburreovejas. De corte poético y surrealista, Noé Ortega ofrece El frágil tejido de la realidad y Vicente Gutiérrez, Los poetas soldamos mejor. Un espacio divulgativo, dedicado a presentar a personajes singulares e insólitos es la página del lexicógrafo Francisco Llanillo, Dos son multitud. Y una muestra de espacio multidisciplinar sería La espiral de Joseph K., mantenido por Clamavi, y que recorre indistintamente la música, el diseño, la fotografía o la poesía.
En otra órbita, sin tanto transvase de lo personal hacia lo literario, resulta muy interesante Hablemos de victorias, de Ana Rodríguez de La Robla, quien —bajo la advocación rilkeana— glosa los fantasmas de la escritura, el espíritu de occidente o la cultura clásica.
Impactantes por su estética y sus conceptos de partida resultan Jorge miente, un cuidadísimo espacio de verbo desnudo y diseño muy depurado, y El animalario, proyecto bicéfalo dedicado al nanorelato y regentado por Animal Uno y Schwejk.
Espectacular, tanto en el plano creativo como por lo prolífica, es la producción de Jorgewic, que mantiene simultáneamente una decena de bitácoras, todas de contenido literario, metaliterario, e incluso ultraliterario.
Invitación al viaje
Esperamos que este breve muestrario sirva a la vez de aperitivo y de invitación, pues la mejor forma de conocer estas muestras de creatividad es acceder directamente a ellas y perderse en la maravillosa marea de esta red que nos trae cada día un aluvión de nuevos textos, como si de botellas de naúfrago se tratara, pero cuidadosamente asidas con un cordel. Prueben: no lo lamentarán.
Vean, si no, un ilustrativo diálogo, tomado del blog Jorge miente. Escribe el autor una entrada brevísima, titulada “Mi Moleskine y yo”:
«Me han regalado un Moleskine. Blog, ya no te necesito.»
Y un lector —que firma “Joyce”— comenta:
«Pero no te hace falta… ¡ya tienes un blog! ¿O sí? No…»
Blogs, webs, bitácoras
Según las estimaciones más recientes (mayo de 2007, a cargo de la empresa Technorati Inc., que regenta un directorio en línea de páginas personales), el número de bitácoras o blogs en internet supera los setenta millones, dato indicativo e inequívoco del interés general suscitado por este nuevo fenómeno, a caballo entre lo tecnológico y lo comunicativo. Y, tal como asegura el directorio Technorati, «some of them have to be good».
Pero, ¿qué es un blog? El término que define a estas bitácoras o “registros en red” —web-logs, originalmente— apareció en 1997, aunque no se popularizaron hasta 2001. A falta de literatura gris, es comúnmente aceptado que un blog —término acuñado por el gurú Peter Merholz con el juego de palabras “we blog”— es un espacio o página personal, de acceso público a través de internet, en la que el autor o autores ofrecen una serie de artículos o entradas, ordenadas por orden cronológico, que se actualizan periódicamente. En castellano se le ha llamado también “bitácora”, en referencia a los diarios mantenidos por los navegadores, en consonancia con el léxico marinero (Internet no se transita, sino que se “navega”, lo que ha producido formas como “internauta” o, la aún más difundida, “pirata”) que suele aplicarse a todo lo relacionado con Internet.
En cuanto a su tipología, existen infinidad de variantes, aunque aquí nos centraremos, a partir de un criterio temático, en lo que pudiéramos llamar “blogs de autor”: se trata, pues, de las bitácoras literarias.
Si superamos la reticencia inicial a considerar la literatura fuera de sus recintos habituales —la Galaxia Gutenberg que delimitara McLuhan— podremos plantear un debate sobre la esencia de las nuevas tecnologías y las letras clásicas: ¿son los blogs un nuevo soporte o un nuevo género?
Veamos primero algunas características intrínsecas de los blogs. Destaca, en primer lugar, la inmediatez: entre el autor y el lector no hay intermediarios. No es preciso un editor ni un medio de comunicación: el autor es su propio avalista y garante. De aquí deriva una segunda cualidad: la independencia. El bloguero no está sujeto a ninguna línea editorial, fuera de su propia voluntad. Y, en la misma línea, podemos apuntar la intencionalidad del lector, que no es un lector cautivo, ya que no existe el paraguas de un medio de comunicación como marca de prestigio. Desde la perspectiva tecnológica, nos encontramos con un entorno multimedia, un cóctel en el que conviven el lenguaje escrito, los elementos audiovisuales y las posibilidades del hipertexto. También destaca su interactividad, pues el lector tiene un papel activo, mediante los comentarios, lo que también redunda en su retroalimentación, pues las propuestas del usuario pueden producir nuevos artículos. Este diálogo entre autor y lector, que puede realizarse prácticamente en tiempo real, produce además el fenómeno más destacado de este género, en el que realmente radica su éxito como forma de comunicación social: la reversibilidad, que consiste en el intercambio de los roles clásicos de emisor y destinatario, pues el escritor es lector de los comentarios de su obra, y el lector es autor —y crítico— de cada entrada. A su vez, los blogueros tienden también a visitar a otros escritores de bitácoras, y actuar en ellas como lectores activos, con lo que se inicia una cadena o red social que podríamos considerar alternativa al mercado tradicional de la literatura.
Una vez establecido el marco general, pasemos a las muestras concretas de los blogs que se producen en el espacio cultural de nuestra ciudad. Debido a su alto número, hemos preferido optar por un muestreo, una “cala” con ejemplos prototípicos, que nos permita una visión panorámica, y dejar para mejor ocasión los análisis cuantitativos y exhaustivos.
Del papel a la pantalla
La innovación que suponen los blogs no ha sido adoptada por igual por todos sus usuarios. Un tipo muy concreto es el de los autores tradicionales —aquellos con obra en soporte papel—, cuya adaptación al medio virtual es aún un proceso abierto. Así, nos encontramos con bitácoras de autores consagrados como Joaquín Leguina, en la que se replican textos que ya han aparecido en medios de comunicación convencionales. Otros ejemplos de “blog especular” serían Los panes y los peces o El pozo y el péndulo, que recogen colaboraciones en periódicos de la escritora Ana Rodríguez de La Robla, y que justifican su razón de ser en la ampliación del ámbito de difusión (de diarios regionales pasan a la escala mundial) y en la superación del carácter efímero de la prensa.
Realidad y retroalimentación
La libre expresión es una realidad que se potencia a través de las bitácoras. Y determinados blogs, mantenidos por escritores, se orientan hacia la actualidad y se convierten en creadores de opinión. Una buena muestra sería Un Santander posible, mantenido por el poeta Regino Mateo.
Además, el apoyo activo de los lectores —y, a la vez, comentaristas— genera un debate que posibilita que la propia realidad social retroalimente a la bitácora, pues los propios artículos, en su desarrollo y análisis, provocan nuevos debates, en los que el autor recoge o rebate argumentos expuestos por los usuarios, en una espiral creativa que acaba por dotar al espacio virtual de una suerte de vida propia, más allá de las entradas del titular del blog, que ejerce tanto de autor como de anfitrión y maestro de ceremonias de una nueva ágora pública. El caso más claro —y además ejemplo paradigmático de bitácora retroalimentada para toda la lengua castellana— es el espacio El Escorpión, que regenta el novelista santanderino Alejandro Gándara.
Mundos propios
Si a los blogs anteriores los podríamos calificar de híbridos —pues participan en buena medida de soportes y género ajenos al entorno virtual—, existen otras propuestas que podríamos etiquetar genéricamente como “blogs literarios”, basándonos sobre todo en su inmanencia: son un fin en sí mismos. Y es el artículo —el post en la jerga del medio— su género literario. Como es lógico, admite muchos niveles y registros, múltiples lecturas y destinatarios, y distintos grados de aprovechamiento de las posibilidades del medio —de la integración, en suma, de palabra, imagen, sonido y movimiento—, pero, aún incipiente, da muestras de gran vigor —tanto en el número de autores como en el de lectores—, y de una gran versatilidad —puesto que tienen cabida múltiples temáticas y modos de expresión.
Hay espacios de corte íntimo, que a modo de dietario personal glosan las vivencias y ocurrencias del autor, como el vanguardista espacio de Miss Underground, o el juvenil La esquina olvidada de la biblioteca, cuyo autor utiliza el pseudónimo de Ulin. Destaca también Escritos en la cresta de una ola, con reflexiones de hondo calado. Centrado en la ciencia ficción contamos con Reflexiones de un aburreovejas. De corte poético y surrealista, Noé Ortega ofrece El frágil tejido de la realidad y Vicente Gutiérrez, Los poetas soldamos mejor. Un espacio divulgativo, dedicado a presentar a personajes singulares e insólitos es la página del lexicógrafo Francisco Llanillo, Dos son multitud. Y una muestra de espacio multidisciplinar sería La espiral de Joseph K., mantenido por Clamavi, y que recorre indistintamente la música, el diseño, la fotografía o la poesía.
En otra órbita, sin tanto transvase de lo personal hacia lo literario, resulta muy interesante Hablemos de victorias, de Ana Rodríguez de La Robla, quien —bajo la advocación rilkeana— glosa los fantasmas de la escritura, el espíritu de occidente o la cultura clásica.
Impactantes por su estética y sus conceptos de partida resultan Jorge miente, un cuidadísimo espacio de verbo desnudo y diseño muy depurado, y El animalario, proyecto bicéfalo dedicado al nanorelato y regentado por Animal Uno y Schwejk.
Espectacular, tanto en el plano creativo como por lo prolífica, es la producción de Jorgewic, que mantiene simultáneamente una decena de bitácoras, todas de contenido literario, metaliterario, e incluso ultraliterario.
Invitación al viaje
Esperamos que este breve muestrario sirva a la vez de aperitivo y de invitación, pues la mejor forma de conocer estas muestras de creatividad es acceder directamente a ellas y perderse en la maravillosa marea de esta red que nos trae cada día un aluvión de nuevos textos, como si de botellas de naúfrago se tratara, pero cuidadosamente asidas con un cordel. Prueben: no lo lamentarán.
Vean, si no, un ilustrativo diálogo, tomado del blog Jorge miente. Escribe el autor una entrada brevísima, titulada “Mi Moleskine y yo”:
«Me han regalado un Moleskine. Blog, ya no te necesito.»
Y un lector —que firma “Joyce”— comenta:
«Pero no te hace falta… ¡ya tienes un blog! ¿O sí? No…»
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