RESEÑAS SOBRE NARRATIVA

Gerardo DIEGO: Diario de a bordo. Introducción y notas: Jacques Issorel y Anne Lacroix. Centro Cultural Generación del 27 y Fundación Gerardo Diego, Málaga, 2007.
El Centro Cultural Generación del 27, dependiente de la Diputación de Málaga, y la Fundación Gerardo Diego han publicado, en preciosa edición y bajo el título Diario de a bordo, las notas inéditas que el poeta santanderino fue tomando durante el viaje que, en misión oficial patrocinada por el Ministerio de Estado del Gobierno de la República, realizó en diciembre de 1934 a Filipinas en compañía del profesor de física de la Universidad Central, Julio Palacios. Se incluyen asimismo en el volumen doce cartas inéditas que Gerardo Diego, ya por entonces consagrado poeta y catedrático de Instituto en Madrid, escribió durante la travesía a su mujer, Germaine Marin, con la que se había casado en junio de ese mismo año, y tres anexos: el informe oficial que acerca de la visita redactó el Cónsul General de España en Manila, un discurso del mismo responsable diplomático y algunas fotografías y documentos.
Parece ser que la invitación para participar en tal embajada cultural provino de Dámaso Alonso. Recordemos que Filipinas vivía en aquellos meses un trascendental momento histórico, en plena elaboración de la Constitución para declarar su independencia de Estados Unidos, y que, al mismo tiempo, España tenía un enorme interés en mantener allí una presencia cultural, más testimonial que otra cosa, a fin de reforzar los lazos con la antigua colonia.
Las notas que conforman este hasta ahora inédito Diario de a bordo, del que se han editado 750 ejemplares, fueron descubiertas por Elena Diego, hija del poeta, cuando ordenaba papeles y documentos de su familia.
La travesía, a bordo del “Karnak”, un buque mercante alemán, se inició en Génova el 1 de diciembre de 1934. Después de treinta y cinco días de viaje y varias escalas, los dos profesores españoles arriban a Manila. En Filipinas permanecerán mes y medio y pronunciarán varias conferencias en universidades e instituciones culturales sobre temas científicos (Palacios) y sobre literatura española y música (Diego), quien también ofrecería varios recitales de poesía y conciertos de piano.
De aquel maravilloso viaje el profesor Julio Palacios sacó apuntes para publicar un libro, Filipinas, orgullo de España. Un viaje por las islas de la Malasia, que vio la luz aquel mismo año de 1935. Por su parte, Gerardo Diego escribe durante la travesía unas cuantas anotaciones e impresiones en su diario, además de doce cartas a su mujer y algunos sonetos. En las anotaciones del diario, redactadas con estilo telegráfico, la mirada del poeta se centra en el paisaje, la inmensidad del océano, la fosforescencia del agua, los colores del cielo, el baile de los peces voladores, pero también en la vida en el barco, las comidas y su propia salud. Ya en tierra y en un formato diferente al del diario, el poeta describe con pasión la vegetación, los templos, el arte, la gente y sus costumbres, los sonidos, ritmos y melodías...
Apenas hay vuelo literario en estas efímeras anotaciones, más bien Diego se limita a observar y a reproducir, dejándose llevar por la riqueza de las experiencias, los paisajes vividos y por la ebriedad que produce en el poeta tanta belleza. Y así, confiesa: "renuncio a describir porque estoy como mareado de tantas cosas".
Sí tienen más interés las doce cartas que el poeta remitió a su mujer Germaine, de las que cinco fueron redactadas durante el viaje de ida, y que complementan las notas del diario. Aquí se nos muestra el Diego más personal, aunque siempre muy comedido en la expresión de sus sentimientos y afectos para ser un recién casado, en ese perfil de carácter impasible con el que a menudo se le ha retratado. Se nos viene a la memoria ahora otro y muy diferente diario, el Diario de un poeta recién casado (1917) de Juan Ramón Jiménez, obra que escribe el poeta de Moguer a raíz de un viaje a Nueva York para casarse con Zenobia Camprubí, .
Curiosas son las anotaciones que Gerardo Diego, a bordo del “Karnak”, hace sobre los sermones nazis en cubierta, el mitin nazi a la tripulación o las alusiones al médico hitleriano del barco. Parece presentir nuestro poeta el peligro del imparable ascenso nacionalsocialista alemán, lo que contrasta con la ausencia de referencias, tanto en las notas del Diario como en las cartas, a la turbulenta situación política española de aquel tiempo; no en vano, del 5 al 19 de octubre de 1934, apenas dos meses antes de la expedición a Filipinas de Diego y Palacios, había tenido lugar la Revolución de Asturias.
Será unos años más tarde cuando las observaciones recogidas en el Diario se muestren en toda su madurez y devengan en extraordinaria poesía. Lástima que no se incluyan aquí los doce magníficos sonetos que fueron escritos a raíz de este viaje y que, más tarde, pasarían a formar parte, acompañados de unas anotaciones del propio autor, de la sección tercera de Alondra de verdad, una de las obras maestras de Gerardo Diego, publicada en 1941 pero escrita a lo largo de diez años (1926-1936). Muy jugoso, por cierto, es el comentario con el que el poeta justifica estas anotaciones, destinadas a ahorrarles trabajo y posibles errores a conjeturales y futuros eruditos -nunca faltan desocupados- ... y a hacer un poco su propia edición crítica.
Fruto, asimismo, de la maduración de esa experiencia fue la escritura de doce artículos, publicados en revistas y periódicos españoles sobre todo de los años 40, aunque hay algunos que vieron la luz en los 70, en los que Diego ensancha la visión histórica de su misión cultural a Filipinas, rehuye lo puramente anecdótico y se deja llevar por un fervoroso impulso religioso y patriótico, muy de la época.
No deja, pues, de tener interés literario, cultural y sociológico la publicación de estos textos inéditos: las anotaciones diarísticas, las cartas a su mujer y los anexos (aunque el segundo de ellos, un hiperbólico e hilarante brindis, es perfectamente prescindible). La edición es muy hermosa y las notas e introducción de Issorel y Lacroix cumplen con rigor su función. Nos repetimos, pero estimamos que la inclusión de los doce sonetos, algunos de ellos escritos durante la travesía, no sólo nos habría ayudado a entender mejor algunas claves de la escritura poética de Gerardo Diego, lo que en parte se hace en la Introducción, sino también a aumentar el interés literario de este Diario de a bordo.

por FERNANDO ABASCAL

Baldomero MADRAZO FELIÚ: Historias de la ciudad. Santander, 2007.
Baldomero Madrazo Feliú (Santander, 1930), licenciado en Derecho, es un caso notable dentro del panorama literario regional, ya que entre los escritores no es frecuente la persistencia en la dedicación a la novela sin contar con los supuestos avales de los premios. Con extraordinario pundonor Madrazo sigue llevando a la imprenta obras de especial interés para el lector santanderino, escritas con admirable estilo, y anuncia la preparación de otras como Paripeum, uno de cuyos fragmentos ya leyera en una presentación navideña de la revista Vetus, en la desaparecida Librería Universitaria de Santander, allá por el 2003. Hasta ahora este autor ha publicado obras como Medio 12, Santander, Quién cuida las begonias, Azul Mahón y la que seguramente sea la mejor novela que ha reflejado el incendio de Santander de 1941 y la vida cotidiana de aquella ciudad de la posguerra, Gavias de través. El problema de su producción novelística, así como estas Historias de la ciudad que acaba de publicar y presentar en el Ateneo de Santander, es que se trata de autoediciones. No piense el lector que estoy en contra de la autoedición, que al fin y al cabo es un camino hermoso para la completa libertad del autor; lo que ocurre es que la distribución de este tipo de obras es mucho más limitada que las publicadas con el respaldo de alguna editorial donde, además, suele haber consejeros que ayudan al escritor a pulir y mejorar aún más el texto o incluso, en ocasiones, hacer alguna necesaria revisión ortográfica. Debe de estar por el 40% el volumen de autoediciones que aparecen cada año en nuestras librerías (otro tanto deben de ser publicaciones institucionales, que Dios nos coja confesados), con lo que el caso de Madrazo no es extraño, pero es lamentable que obras tan ambiciosas, resultado del exigente trabajo que conlleva construir una novela, no reciban una mayor atención.
Aunque el autor avisa de que la primera parte (no hay índice y no queda muy claro hasta dónde llega) de Historias de la ciudad es ficticia, los veintitantos cuentos que presenta tienen un evidente trasfondo autobiográfico o lleno de claves y detalles históricos que Madrazo conoce perfectamente. Se plantea aquí, de nuevo, el constante problema entre verosimilitud y verdad de que hablara en su discurso de ingreso en la RAE Álvaro Pombo: la “novela histórica” es ficción, aunque utilice datos rigurosamente exactos y demostrables por la historiografía. En el libro de Madrazo desfilan personajes creíbles, habitualmente bien perfilados, cuya vivencia transcurre en escenarios que tienen o tuvieron mucho de real: el Muelle y la Bahía, la iglesia de Santa Lucía, la Escuela de Comercio... Historias ligadas a la vida santanderina, al fin y al cabo. Aunque Madrazo frecuenta el diálogo para desarrollar las narraciones, uno de los relatos que más me ha impresionado ha sido “Veintitrés días”, un monólogo interior donde el escritor demuestra su capacidad de introspección psicológica en torno a la angustiosa idea de la muerte. La parte más puramente autobiográfica es la titulada “Campos de Sport”, que recoge un conjunto de artículos de prensa y trata un asunto, el Racing, que el autor ya abordó en Pasión inexplicable. Existe en todas estas páginas, eso sí, una tenue nostalgia de los tiempos pasados, que es algo que cada cual vive como quiere y, a la vez, paradójicamente, a todos nos une en la tragedia inevitable del paso de los años.

por MARIO CRESPO

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