EL PUENTE DE LA VISIÓN 2007

Proyecto de Arte Contemporáneo Internacional

por LIDIA GIL

El Puente de la Visión es ya un clásico ineludible en el panorama expositivo otoñal de nuestra ciudad. Se trata de un encuentro plural y múltiple con el arte contemporáneo, con el arte que se está produciendo en nuestros días, reflejo de una época y un entorno geográfico determinado, cada vez éste más globalizado. El poeta y avanzado pensador Paul Valéry ponía de manifiesto cómo a diferencia de la estética clásica y la tradición artística, el nuevo arte que se inauguraba en el siglo XX -y del que aún hoy somos deudores- era un arte que estaba destinado a causar un efecto inmediato en el observador, no a hacer historia ni quedar para la posteridad. Un arte de consumo inmediato para producir un efecto inmediato en la sensibilidad del espectador. En el arte de hoy, coexisten propuestas formalistas, más o menos intimistas o personales con un arte comprometido que llama explícitamente la atención a nuestras conciencias como ciudadanos. Picasso decía que los cuadros no sirven para decorar las casas, son armas de guerra. Nuestras salas de arte se acercan a veces a lo que podría ser un telediario estetizado y metafórico desde donde se intenta lo que aquel ya no consigue en esta sociedad anestesiada y emborrachada de imagen. El arte arraiga en la vida y expresa sus anhelos. Tomar el pulso a lo que los artistas nos quieren decir hoy y ahora, y su manera de hacerlo, es lo que nos posibilita esta exposición múltiple que aúna artistas locales, nacionales e internacionales, de diferentes generaciones y que trabajan distintas disciplinas artísticas en torno a un tema común propuesto. Este año le toca al color. Tenemos la posibilidad de participar de lo que puede ser un fructífero diálogo con sus obras, asumir nuestra parte de trabajo como espectadores potenciales y disfrutar, reflexionar, desarrollar nuestra capacidad interpretativa y, por qué no, criticar, establecer dialécticas.
El Puente de la Visión se tendió por primera vez desde el Museo de Bellas Artes en 1996 con el fin de mostrar anualmente los trabajos de artistas cántabros destacados. El comisariado estaba a cargo de Salvador Carretero, Luis Alberto Salcines, Javier Díaz López y Fernando Zamanillo, incorporándose Joaquín Martínez Cano posteriormente. Se celebraron cinco entregas por las que pasaron los artistas Emilio González Sainz, José Luis Mazarío, Antonio Mesones, Arancha Goyeneche, Sara Huete, Emilia Trueba, Pedro Carrera, Luis López Lejardi, Mario Rey, Javier Arce, Nacho Zubelzu, José Aja y Daniel R. Martín. No será hasta el año 2005 cuando se retome este proyecto expositivo con un formato renovado que se va mantener ya año tras año. El evento está coproducido por el Museo de Bellas Artes y Caja Cantabria, comisariado por Salvador Carretero y Juan Muñiz. Las exposiciones se llevan a cabo en el Museo, Mercado del Este, Obra Social de Caja Cantabria en la calle Tantín y el Palacio de Santillana del Mar. Entre los artistas seleccionados, unos son siempre de la región, otros del resto de España y otros extranjeros. Cada artista expone su obra como si de una individual se tratase, lo que aporta una amplitud muy interesante a la propuesta. El mismo tratamiento reciben en el catálogo, donde la obra de cada artista es analizada a fondo por un historiador, crítico o teórico que enriquecerá su propuesta plástica desde la reflexión, la interpretación y la literatura. De esta manera, la nómina de artistas que van pasando por nuestra región gracias a este generoso puente es larga. En el 2005, bajo la propuesta del pictoricismo como tema se reunieron Irene van Mheen, Stephen Dean, Luis González Palma, Cristina Lucas, Juan Carlos Robles, Naia del Castillo, Mabel Arce, Berta Jayo, Manu Arregui y Esteban de la Foz. El pasado año participaron Miriam Bäckström, Juan Carlos Bracho, Catarina Campino, Nuria Canal, Concha García, Kaoru Katayama, Mateo Maté, Gorka Mohamed y Paloma Navares.
Resulta muy interesante establecer en un mismo foro diálogos entre los artistas de diferentes disciplinas, generaciones y procedencias. Este año han sido seleccionados también nueve artistas. Entre los cántabros Juan Navarro Baldeweg, Mario Rey y Jorge Rojo. Ángeles Agrela, Vicente Blanco y Rufo Criado, representan el panorama nacional mientras que el internacional corre a cargo del argentino Juan Erlich, el portugués Baltazar Torre y el francés Pierre Gonnord. Si bien en muchos casos es el color el hilo conductor a seguir, parece que de una manera no premeditada la crítica social y la denuncia de los grandes problemas que amenazan al planeta y al propio ser humano son las grandes preocupaciones que los artistas plasman en sus obras.
Una fantástica introducción a la obra de Juan Navarro Baldeweg es el texto que le dedica María Antonia de Castro Rosales en el catálogo, donde nos da un interesante semblanza de este veterano artista y arquitecto, un auténtico humanista conquistador de horizontes y transformador de dimensiones. En la Obra Social de Caja Cantabria se muestran las obras que de él han ido adquiriendo las diferentes instituciones regionales y que muestran su particular forma de concebir el espacio en sus pinturas como Los vencejos (1981), algunos paisajes de la década de los noventa, Habitación con figura y cuadro (2006) o su emblemático y telúrico políptico titulado La mano de 2003, todo un alegato al hombre creador y artífice.
En el Mercado del Este, en espacios bien diferenciados confluyen tres artistas. El portugués Baltazar Torre es uno de los artistas más reconocidos en la pujante escena artística de su país, con un estilo muy personal y reconocible, se sirve de maquetas que en pequeña escala reproducen escenas en las que representa al hombre en su afán constructivo y conquistador de espacios naturales a cualquier precio. Desde una estética de juego establece la paradoja -construyendo también él-, y la crítica, enfrentando a hombre contra la naturaleza y su propio destino.
Rufo Criado recupera ese concepto de paisaje idílico y contenedor de secretos esenciales, en un tramo de prolongada trayectoria artística en el que cambia los pinceles por el ratón y la informática, volcando su experiencia en composiciones digitales dominadas por atrevidos cromatismos.
En el itinerario se interpone de repente una insólita Ángeles Agrela, multidisciplinar y poliédrica. En una pantalla doble, a un lado una contorsionista muestra sus habilidades mientras la artista nos cuenta una excéntrica biografía (parodia de la figura del artista mito) susceptible de lecturas transversales y cargada de ironía y juego entre ilusión y verdad. Además del vídeo cuelga varios acrílicos sobre papel de gran formato en los que desarrolla la interesante figura de la mujer contorsionista, metáfora del rol de la mujer en la sociedad.
Otra pieza de vídeo es la que muestra el artista multimedia Vicente Blanco, quien bebe de fuentes como el cómic, el lenguaje publicitario, la animación rusa, la canadiense, o las películas de los años sesenta. Con una estética aparentemente ingenua de dibujo animado, va superponiendo planos fragmentados a modo de collage, relacionados con los elementos decorativos, y va componiendo asimismo estructuras narrativas. Basándose en la película Teorema de Pier Paolo Passolini aborda la historia de una familia burguesa en cuya casa entra un personaje que será el objeto de deseo de todos y cada uno de sus integrantes. Con ello pone de manifiesto las carencias de la sociedad de consumo del sistema capitalista.
Una curiosa obra hace de puente entre este espacio y el de Santillana del Mar. Blancanieves, metáfora de la sociedad, permanece dormida en una instalación de Jorge Rojo. El resto de su obra está ya en uno de los espacio del Palacio de Santillana. Es una obra para experimentar, en las paredes intervenidas que se cubren de color, en el ambiente; la experiencia es psicocromática. Un conejillo, como el de Alicia, nos recuerda que hay mundos paralelos y umbrales perceptivos.
La obra que presenta Mario Rey nos muestra varias de sus facetas creativas en las que el motivo de reflexión es siempre la ciudad y el urbanismo, deuda de su formación como arquitecto. Interviene las paredes del espacio con fragmentos de color, que son como aberturas abstractas, como botes de salvamento. Además muestra sus trabajos cromáticos de interacción de tonos y un repertorio encantador de apuntes, muestras, retazos de experiencia urbana, cuadernos de trabajo de interacción con la ciudad.
Juan Erlich nos proporciona otra explosión de color, luz y alegría en las fotografías de un mundo donde todo ser animal es posible, donde las mutaciones proliferan, se vive en armonía y no falta el alimento. Un simpático bestiario en el paraíso. En el texto de la exposición, Gabriel Rodríguez apunta sabiamente que Erlich “nos propone la recuperación de ese espacio fértil de las metamorfosis, compartir la admiración por la vitalidad generativa de la tierra, el reconocimiento de su capacidad para escapar a cualquier intento de reduccionismo”.
Y por qué no aplicar ese credo al hombre, parte también de la naturaleza. Precisamente un curioso muestrario de personajes muy reales esta vez es el que expone Pierre Gonnord en el Museo de Bellas Artes de Santander, final de esta visita virtual por el Puente de la Visión que nos hace viajar por las complejidades del arte, es decir, del hombre. En sus soberbios retratos nos muestra a los habitantes de los márgenes de nuestra sociedad. Esos seres invisibles en nuestra cotidianeidad nos muestran su mirada orgullosa y sincera, y protagonizan la muestra con la dignidad que en el antaño barroco le otorgaran Velázquez o Ribera, sacándoles de la absoluta oscuridad a la luz en violentos claroscuros, como los que facetan la vida.

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